jueves, 1 de junio de 2017

Sapir-Whorf

Las palabras pueden cambiar el mundo.

Que no lo digo yo, que lo dicen Edwar Sapir y Benjamin Lee Whorf.

Aparentemente, existe una teoría en el campo de la psicología y la lingüística, que se podría considerar determinismo lingüístico, que explica cómo y por qué el lenguaje que emplee un individuo puede afectar a su visión del mundo, su memoria y la forma en la que clasifica o conceptualiza la realidad: la hipótesis de Sapir-Whorf. Esta hipótesis determina que, por ejemplo, un hablante puede dar más importancia a la forma o al material del que está hecho un objeto, según la estructura de su lengua materna. O que se pueden distinguir más o menos colores, en función del vocabulario disponible en el idioma.

Esta es una hipótesis controvertida y muy criticada, sobre todo en su versión fuerte, y mi conocimiento de la misma es limitado y wikipédico, pero no hace más que confirmarme una cosa: que las palabras que utilizamos, las categorías gramaticales que manejamos, el idioma en el que pensamos estructura y afecta al propio pensamiento.

Por eso, decir "persona con autismo" o "persona con discapacidad" en lugar de autista o discapacitado no es una cuestión de ser un modernito. Es reflejar que primero y antes que todo, la persona es persona, y además tiene autismo.

Por eso, mirarse al espejo y ver tus muslos grandes, tus estrías, tu cara de pan y tus pechos pequeños y pensar, qué guapa que estoy, voy a salir a comerme el mundo, puede darte la confianza para hacerlo. Para comerte el mundo y todas las pizzas que hagan falta.

Por eso, es muy distinto decirse "hoy ha sido un día poco productivo" que pensar "soy una persona improductiva, vaga y hoy no he hecho nada de provecho". Cosa que tengo que recordarme en esos días en los que, como hoy, no he hecho absolutamente nada y me siento fatal.

Por eso es radicalmente distinto llamarse feminista que llamarse igualitario, o humanitario, o todos esos palabros con los que salen por la tangente para no decir que no saben lo que es feminismo.

Por eso se recuperan palabras como marimacho, feminazi, bollera, maricón, bi-ciosa, palabras que han sido lanzadas como insultos, como piedras con las que los insultados se han hecho murallas. Porque las palabras pueden hacer daño pueden lanzarse o pueden utilizarse para construir, para cambiar la forma de ver el mundo. Porque hablamos de acuerdo a nuestra ideología, pero también nuestra ideología puede cambiarse, poco a poco, según lo que pensamos.

Porque no lo digo yo, aunque también lo digo.

Las palabras pueden cambiar el mundo.