domingo, 28 de febrero de 2016

viviendodelacontradicción

Esta semana he aprendido muchas cosas.

He aprendido que debería tatuarme, cuanto antes, viviendodelacontradicción. Porque aquello que empezó como una broma con dieciséis años no ha dejado de ser cierto un solo momento. Que quiero y no quiero son sentimientos cada vez más simultáneos, cada vez más indistinguibles, que pueden vivir dentro de mí sin pelearse.

He aprendido a tirar de networking, que es una cosa muy de persona adulta y social, cosas que yo, definitivamente, no soy. Pero el fake it 'till you make it (finge hasta que lo consigues) al parecer es un buen método, y lo mismo sirve para sacarse cuatro años de carrera que para dar tu primera conferencia y no parecer nerviosa.

He aprendido que vivir con un ojo en el futuro y uno en el pasado solo consigue dejarte un poco estrábica. Que lo mejor es mirar por dónde pisas y, sobre todo, con quién caminas. Ya quemaremos ese puente cuando lleguemos a él. Pero de momento, juguemos al cíclope.



Y tú, ¿qué has aprendido esta semana?

miércoles, 24 de febrero de 2016

En esto también

"Antes me asustaba la muerte [de mis hijas] -¡El coche! ¡El perro! ¡El mar! ¡Los virus!- hasta que me di cuenta de que nunca sería un problema: en la camilla, de camino a la morgue, pondría mis manos dentro de sus costilla y cogería sus corazones y me los tragaría y volvería a darles a luz, de manera que nunca, nunca acabasen. Haría cualquier cosa por esas niñas".
-Cómo ser mujer (Caitlin Moran)

Womb Project - Madison Omahne

Últimamente, he estado pensando mucho sobre la maternidad. Quizá por textos como el de Caitlin Moran, que leí en verano y todavía no me ha abandonado -posiblemente, no me abandone nunca-. Quizá por poetas como Blanca Varela, Rosario Castellanos o María Auxiliadora Álvarez, por ensayos como Contra los hijos -siempre Lina-. Quizá por fotos como esta. Porque todas me transmiten que tener un hijo, llevar otro ser humano dentro y partirte en dos el cuerpo para sacarlo al mundo es una experiencia traumática, intensa, desgarradora, que te vuelve la vida del revés. Es una lucha en la que los padres están en clara desventaja: un bebé es un pequeño dictador que exige todas tus horas, todo tu sueño, todo tu cuerpo, tu mente, tu amor. Criar (crear) a otro ser humano y darle todo lo que merece supone vaciarte.
Cesárea

No quiero imaginar cómo debe ser vaciarte en alguien a quien no deseabas. Alguien que llegó, por accidente tuyo, sí, pero que aterrizó en tu vida para exigírtela toda, sin tú quererlo. Sin poder asumirlo, sin tener medios ni fuerzas, a lo mejor ni siquiera ganas, para darle todo lo que necesita.

Personalmente, no estoy a favor del aborto. Con esto quiero decir que no creo que yo pudiese ni quisiese hacerlo; que si en este momento, por cualquier arte de birlibirloque, descubriese que estoy embarazada, no me desharía de esa vida futura. Que sería capaz de querer al bebé con la desesperación de una madre, que podría tirar todos los planes a la basura y comenzar la vida de nuevo, con él. Como mi familia ha hecho cada vez que un bebé se ha presentado en el peor momento. Mi madre no me planeó, pero con dos hijos casi criados y a punto de recuperar su entidad como persona, volvió a partirse en dos, en tres, en mil, para hacer una apuesta por la vida. Porque hay una diferencia capital entre un hijo no planeado y un hijo no deseado. Mi madre no me planeó, pero me deseó, me ha querido desde que supo que existía y no ha dejado de hacerlo un solo día de mi vida, por muchos disgustos que le haya dado.
A beautiful body project

Yo no era un bebé planeado, pero fui deseada. No imagino peor castigo que nacer y no ser querida, no ser mirada como un milagro, como yo miraba -y miro- a mis sobrinas. No creo que haya nada peor que una infancia desatendida, una adolescencia despreciada, una juventud desapegada. No creo que haya nada peor que un bebé no deseado. Los bebés deberían ser queridos, amados salvajemente, con ese amor primitivo que tienen los animales por sus crías, porque solo ese tipo de amor compensa los dolores de la maternidad. Solo un amor desesperado hace que valga la pena ser madre y ser hijo.

A beautiful body project
Por eso, no estoy a favor del aborto. Pero sí estoy a favor de que las mujeres puedan decidir: que puedan decidir no ser madres, que puedan decidir no en este momento, no con esta persona, no con esta economía, no con esta salud física o mental. No con estas circunstancias que me impedirán desear a este bebé y nos harán profundamente infelices a ambos. Incluso no a prestar mi cuerpo durante nueve meses para que dos extraños tengan un hijo. No, a ser reducida a un vientre. Porque la mujer no es solo un útero, no es solo recipiente de vida, es una persona con una mente y un cuerpo, y debería tener absoluto derecho a decidir sobre el mismo.

Necesito el feminismo, necesito a las mujeres que hablan de lo bellísimo que es tener un hijo, pero también de lo duro que puede ser. De la invasión, del desgarro, del agotamiento, de la succión de leche y vida. Necesito el feminismo que recupere a la mujer como persona y no como cuerpo, útero, incubadora. Necesito el feminismo que celebra a las madres de diez hijos, a las madres de uno solo, a las mujeres que no pueden o no quieren ser madres, a las mujeres que apuestan por la vida y las que apuestan por sí mismas, a las que lloran tras cada aborto natural y a las que se sienten aliviadas tras uno provocado. Necesito el feminismo que celebra a las mujeres, en esto también.