lunes, 29 de agosto de 2011

12.

Lo enviaron a Irak hace cinco años y aún lo espero. Está muerto, lo sé, puedo sentirlo en los huesos. Pero lo espero. Porque era una de esas raras personas que creían sinceramente en los milagros y en las promesas. Prometió volver, aunque sabía que no podría cumplirlo. Y, por eso, lo espero.

sábado, 27 de agosto de 2011

GIH16: Twitter.



Recientemente, volví a Twitter. De momento, leo y retwiteo (quienes no estéis familiarizados con los términos, instruíos vosotros mismos, tengo prisa) pero, dado que ya empiezo a enunciar mis pensamientos en breves frases de no más de 140 caracteres, pronto volveré a publicar cosas. O no. Ya veré. Pero de momento me gusta ver las rayadas mentales de genios como Ángel Martín, Goyo Jiménez, Dani Rovira, Álvaro Carmona, elbicharraco o Lord Voldemort (juro que no estoy loca, ¡buscadle!), las cosas tiernas de Dani Martín o de Ricky Rubio y demás cosas. Twitter está muy bien cuando sigues a famosos porque, si lo hacen lo suficientemente bien, te crees que les conoces y todo.

Sin embargo, en este tiempo he observado que hay tres tipos básicos de usuario de twitter. En mi opinión, uno es correcto y los otros dos merecen morir. 

El tipo correcto de usuario (o el que me gusta a mí, no voy a ser tan categórica) twittea con moderación, ni mucho ni poco. Se ajusta a los caracteres que le dan (esto es importante para el tercer tipo de usuario, retened este dato). Si tienes suerte, es ingenioso, gracioso, inesperado y hasta se entera de lo que pasa en el mundo y lo comenta. Si no tienes suerte, es un poquito moñas o cansino, y si no es famoso te cuenta su vida. Pero incluso estos no son demasiado sufridos.

El segundo tipo de usuario, al que yo asesinaría brutalmente después de hacerle escuchar entero el disco de Justin Bieber (insértese aquí cualquier otro tipo de aberración musical, no discrimino), es el BañoTwitter. Es decir, el que tiene Internet en el móvil, pasea el portátil por toda la casa o ni siquiera se levanta de la mesa del ordenador. Y de paso, te cuenta su vida, desde que se despierta y se quita las legañas, pasando por el desayuno, la visita al baño, las veces que se ha mordido las uñas, cuántas moscas han entrado por la ventana y la música con la que le obsequian los gitanos de abajo. TODO. Todos los detalles de su vida íntima y pública, y lo que es peor, fisiológica, están colgados en la red. Todos los comentarios que se les ocurren sobre la película que están viendo, el libro que están leyendo o la nube con formas graciosas que están viendo, acaban automáticamente en Twitter. Es como el típico amigo pesado que te llama tres veces al día para darte el parte, pero por Internet. Precioso.

Y el tercer usuario es el que no se ha enterado muy bien de qué va Twitter, pero lo usa igual. Suelen ser escritores, periodistas o pseudosabios a los que les gusta hablar mucho y bien y, claro, los 140 caracteres de un tweet se les quedan cortos. Pues usan más. Y en un momento te pueden echar un discurso de dos páginas divididos en miniparrafitos de dos frases. A estos usuarios, con todo mi cariño, les recomendaría que cultivasen el noble arte del resumen o, aun mejor, el de no utilizar las nuevas tecnologías y limitarse al papel, que es lo suyo.

Y sin más, me despido. #TwitterOff.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Locura limpiadora

No sé si alguno será conocedor de este término que yo uso mucho, sobre todo los sábados por la mañana. Y es que yo no soy especialmente ordenada y, a base de "esto lo dejo aquí que no molesta", "a esto le busco un huequito luego, que no es nada", "esto no lo voy a tirar porque es tan cuuuuco/me trae taaantos recuerdos"... Acabo con una montaña de basura del tamaño de la mesa. Y cuando lo veo, a poquito tiempo libre que tenga, me agobio y empiezo a tirar como una descosida, a ordenar, a limpiar y si me apuras a hacer bricolaje (que gracias a eso tengo un espejo en mi habitación xD). Pues eso, que me da la locura limpiadora.

Y ahora que he vuelto a casa, con esto de año nuevo, vida nueva (y si ya es vida nueva, vida nueva, ni te cuento...), me ha dado la locura limpiadora monumental. Tanto, tanto, que hasta me he puesto a tirar libros. Pero tengo un problemón, porque aunque tengo cuatro bolsas repletas de libros malos, feos, destrozados, antiguos y que nadie quiere de los que me quiero desprender, no puedo tirarlos. No tengo corazón para echarlos al contenedor de papel para que se conviertan en bricks de leche.

Asín pues, necesito ayuda.

Si alguno conoce un sitio donde llevar libros para que sean intercambiados o recogidos y mimados, o simplemente recogidos, que me lo diga, por favor.

He pensado en llevarlos a la Tabacalera de Lavapiés (Madrid), pero no sé yo si allí siguen recogiendo todo libro que les lleves, así que si conocéis algún sitio del estilo en Madrid, me vendría chachipiruli ^^

Grazie :)

domingo, 21 de agosto de 2011

Hijos de la ira.

No me extraña que nos manifestemos tanto últimamente. Y eso que somos una generación a la que se le ha dado todo, no sólo lo que necesitábamos (y es que conozco poca -o ninguna- gente que no tenga cama donde dormir, comida en la mesa, agua corriente, más ropa de la que necesita, y por su puesto un móvil y un ordenador, aunque sea a compartir entre toda la familia. Que tampoco es el caso) si no lo que pedíamos, lo que se nos antojaba, lo que salía en cada momento por nuestra boquita. Y nos lo han dado ahora, y ahora queremos las cosas.

Pero también somos una generación a la que se le prometió todo. A la que se le juró (por lo menos a mí) que con una carrera se llegaba a ser alguien en la vida, que si estudiabas y te preparabas tendrías un buen trabajo, que con esfuerzo se conseguía un futuro, que el inglés y la informática eran importantes. Que sería duro, porque sin experiencia no se contrata a (casi) nadie, pero sería posible. Y nos encontramos con una carrera acabada, algunos incluso con másters, con experiencia los que tenían mucha suerte, con más preparación que todas las generaciones anteriores... Y en la calle. O, con suerte, repartiendo hamburguesas; eso sí, en fluido inglés y alemán y con un manejo de las vueltas que sólo la carrera de económicas puede darte. Y estoy hablando de la gente con la que yo me muevo, que en general ha estudiado o está en ello. No quiero ni pensar en aquellos que empezaron a trabajar pronto y ahora se encuentran también en la calle, sin trabajo ni formación ni nadie a quien pedirle explicaciones.

No me extraña que nos manifestemos, que nos quejemos, que salgamos del pasotismo adolescente que con tanta alegría nos han colocado. Porque nos sentimos estafados, víctimas de un sistema que se nos dio hecho y que no podemos arreglar, porque somos demasiado jóvenes como para que nos dejen hacerlo. Estoy a punto de empezar la universidad, y me encuentro pensando si en cuatro años esto habrá remontado lo suficiente como para encontrar un trabajo. Esto no venía en el contrato que yo firmé hace dieciocho años.

A mí me han engañado.

lunes, 1 de agosto de 2011

Tengo derecho a mi fiesta.

Porque está todo mal, tengo derecho a salir, a bailar, a gritar. Y es que es ridículo callarse cuando quieres decir que estás bien cuando todo va mal.

A lo mejor es porque me gusta llevar la contraria. A lo mejor soy, como dice mi madre, el espíritu de la contradicción.

Está nublado ahí fuera, es un día francamente deprimente. Pero yo tengo derecho a mi fiesta, así que disculpadme si pongo la música más chorra que encuentre a todo volumen y me pongo a cantar.